Esta situación agridulce me aborda y no puedo evitarla, ya que la única culpable de llegar hasta aquí, sólo soy yo.
Aunque las cosas empezasen de una forma inocente y juguetona...
Me encontraba cómoda hablando con él, intercambiando opiniones, pidiéndole consejos y jugando a ser algo más que amigos. Me sentía a gusto incluso con mis defectos.
El haberle conocido alteró mi centro de gravedad y derribó toda posibilidad de elegir. Hasta ese momento mi vida había transcurrido perezosamente (exceptuando ciertas ocasiones), pero de repente había ganado velocidad, como si se precipira contra una pared y yo hiciese lo posible por frenar.
Perturbó mi vida, cambió mis planes por completo, muchas ideas se fueron por la borda, montones de preocupaciones y angustias desaparecieron, mi forma de vida se modificó... y conseguía hacerme sentir una mejor persona.
Pero jamás imaginé que se conviertiese en este sentimiento presente
Nunca debí empezar a hablar con él, a relacionarme mínimamente con él. Ahora estaría siguiendo mi vida. Es más, desearía, debería.
No sé cuando ocurrió esto, supongo que el día que lo empecé a ver como persona, como una chico y no como el personaje que interpreta, mi imaginación se desbocó y mi determinación comenzó a flaquear. Aquello era una violenta atracción que me resultaba difícil de reprimir, pero aún mas difícil era traspasarla al mundo real.
He descubierto por primera vez que estar agusto con alguien no significa que sea algo placentero, que sentir que esa persona es especial puede resultar confuso e incómodo y en lugar de sentir que tu vida adquiere sentido, te puedes sentir atormentada