Viendo una peli de amor-moñas

Quien no ha tenido un día de esos en los que te enrollas a la manta y te tumbas en el sofá mientras comes chocolate, viendo una peli de amor-moñas. Y a medida que pasa el tiempo tus ojos se tornan cada vez más y más cristalinos y entonces no puedes evitar llorar abierta o disimuladamente lágrimas afligidas, hasta que te pican los ojos, lágrimas que recorren desde los ojos pasando por las mejillas. Despeinada con pelos caídos rebeldemente por la cara, intentando olvidarse del mundo y sin darse cuenta de que tenías hambre o que te dolía el brazo izquierdo.
Para luego irte a la habitación, tumbarte en la cama y escuchar al depresivo y fanástico compositor Xoel López, al inigualable Quique González o al gran Dylan.
Porque una historia maravillosa acababa y tocaba decirle adiós a alguna persona que aunque volvería echarías en falta o quizás incluso no volverías a ver, personas a las que admiras pero sobretodo quieres, personas por las que has temido, rezado, preocupado y con las que has disfrutado y vivido momentos maravillosos. O simplemente estar así sin motivo aparente, sin encontrar ningún argumento bien intencionado (o descubrirlo y no admitirlo ni al mundo ni a ti mismo).

Esos días que cogerías la goma y los borrarías.