martes, 24 de noviembre de 2009

Rumbo: lejos de cualquiera

Me senté en la barra del bar, dispuesta a pegarme un gustazo, el de estar alejada de mí y del mundo.
Se oía un murmullo, pero se podía hablar en un tono normal, el olor a cerveza se introducía en mis fosas nasales y el humo se enredaba entre mis rizos. Cuando llegué a casa me voy a tener que volver a lavar le pelo, pensé.
Era noche de fútbol, por lo que el 80% del garito estaba compuesto por hombres, y además, no había música, sólo el sonido de los periodistas que tan bien (y a la vez molestamente) retransmitían el partido.
Entre los cigarros, las coca-colas y las Heinekens, de mi cabeza brotó un esto no tiene explicación, pero no quise tirar de él, porque sabía que lo siguiente sería no dejar de pensar en elloy y no me gusta pensar cuando no tengo ordenados mis pensamientos. Así que me respondí con un: no, no tiene explicación, y si la tiene prefiero no saberlo, me gusta creer en la magia y en las reacciones químicas y fuerzas físicas que surgen entre dos personas.
Me coloqué mejor en el taburete, y me pedí otro nestea, yo 0% alcohol, like ever. Me giré, y vi a dos amigas reírse a carcajada limpia, y me cercioré del gran poder de la amistad, de las dificultades que conlleva y que todas esas multiplicadas por mil, se convierten en la cantidad de alegrías que nos proporciona. Vi a tres chicos con el ordenador, las nuevas tecnologías nos ganan cada vez más terreno. También vi a un grupo de chicos expectante del partido, como si el partido los estuviera himnotizando. Y por último giré la cabeza y vi a una chica sonriendo como tonta a un chico, con su mano rodeándole los hombros y el chico mirándole con cara de deseo. Entonces sólo pensé una cosa, en ti.

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